miércoles, 30 de abril de 2008

Tienen las mil caras de la muerte. Los del país de los pocos.
Surrealismo trágico del poder que no puede.
El niño que no piensa para no recordar el hambre.
El hombre minusválido de trabajo, despojado de su todo-valía.
La mujer, sólo-sexo
en las garras del obeso senador,
que nunca vuelve, no se supo. Corruptos, depravados y ladrones, mezclados en listas bien trenzadas,
desaparecen el oro de las arcas, como otros cadáveres sin datos. El pueblo de pañuelos, en ojos, narices y cabezas,
sin más recurso que la lágrima.

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