
Surrealismo trágico del poder que no puede.
El niño que no piensa para no recordar el hambre.
El hombre minusválido de trabajo, despojado de su todo-valía.
La mujer, sólo-sexo en las garras del obeso senador,
que nunca vuelve, no se supo. Corruptos, depravados y ladrones, mezclados en listas bien trenzadas,
desaparecen el oro de las arcas, como otros cadáveres sin datos. El pueblo de pañuelos, en ojos, narices y cabezas,
sin más recurso que la lágrima.
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